Acordes y desacuerdos

1999. Sweet and Lowdown. USA. Director: Woody Allen.

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Sweet and Lowdown, 1999



Una buena comedia, no un musical, ambientada en el universo del jazz

Acordes y desacuerdos (1999), película de Woddy Allen, ocupa el puesto número 161, de las 385 estrenadas en 1999, año en que Star Wars: la amenaza fantasma, se hacía con el liderazgo de la taquilla norteamericana. La película fue uno de los sonados fracasos del director neoyorkino, quien había invertida casi 30 millones en su   presupuesto, tan sólo recaudando 4,1M en Estados Unidos.

El film es conocido como Dulce y melancólico o El gran amante en los países latinoamericanos.

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Si alguien no nos hubiese dicho que Sweet and Lowdown, título original, es una película de Woody Allen, quizás, alguno no lo habría detectado. Y es que, una vez más, el director todoterreno nos sorprende con un cambio en sus registro habitual de comedia filosófica de la cotidianidad, para acercarse más drama del mundo de los artistas y del jazz.

La conocida como película de jazz de Allen Woody -junto a Zelig (1983)- no es tal cosa. Es cierto que el jazz está presente, más bien omnipresente, pero eso no implica que sea una película sobre el jazz. El argumento se centra en la complicada personalidad del artista, que en este caso es, a la vez, un instrumentista de jazz. Así pues, la música es una excusa para hablarnos de temas como la vanidad, la inconstancia, el éxito y el fracaso, el capricho, etc.

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El film me ha recordado a la propuesta Dulces sueños (1985), en la que Jessica Lange interpretaba a una cantante de country, y la película se centraba también en la inestabilidad y precariedad que rodea la vida de los artistas.

Acordes y desacuerdos es una película muy bien ejecutada tanto en el aspecto técnico como artístico. El aspecto técnico, por el que no suele relumbrar el cine de Allen está aquí extremamente cuidado como es habitual en su incursiones del cine clásico: Balas sobre Broadway (1994) o La maldición del escorpión de jade (2001).

En cuanto al aspecto artístico, hay un buen trabajo de actores. Sean Penn (Emmet) interpreta muy bien a un hombre anclado en el desgarro del artista, preso a bebida, las manías y la deudas. Pero, igual de excelente está Uma Thurman (Hattie) como esa chica muda, inocente y dulce de la que se enamora el protagonista.

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La película, a la vez que reflexiona sobre los caminos turbios de la gente del espectáculo, vuelve a centrarse en un tema allenino, como es la búsqueda del amor, que resulta muy bien caracterizado. El artística, con frecuencia, vive en su mundo, con sus preocupaciones, sus ambiciones, su especial percepción de la realidad. 

Por ello, el enamoramiento del artista suele estar plagado de un idealismo supino sobre la persona anhelada, que acaba elevada a los alteres. Como casi en cualquier relación amorosa de cualquier mortal en sus comienzos, pero más intensamente vivida.

Los espectadores poco aficionados al cine musical no deben tener miedo a esta película, que no es una ópera ni un concierto de jazz. Es una comedia dramática, donde el aspecto musical, entre las mejores del director neoyorkino, sin destacar en exceso.

En definitiva, Acordes y desacuerdos es una excelente obra dramática de Woody Allen, a contracorriente de la comedia de la cotidianidad de su cine, pero manteniendo la frescura e ingenio en su relato, donde se analiza a la perfección la figura del artista


- Puntos positivos: su factura impecable, su excelente fotografía, dirección y montaje, el buen reparto, la adecuada banda sonora y el guion.

- Puntos negativos: hubiera sido interesante dar más relieve al personaje de Hattie.