1972. The Canterbury Tales. Italia. Director: Pier Paolo Pasolini.
Los cuentos de Canterbury (1972) es un film muy premiado del director italiano Pasolini, sobre el lado más mundano de las gentes de la Edad Media europea. Se trata de un recorrido por las bajas pasiones y perversiones de la gente del pueblo.
El film fue ganador nada más y nada menos que del Oso de Oro en el Festival de Berlín en 1972.
La Edad Media más auténtica
Si alguna vez quiso soñar con viajar en el tiempo a la Edad Media, sin duda el medievo que propone Pasolini sería el espacio-tiempo más deseado.
El director nos ofrece un cuadro de personajes de distintas clases sociales en su lucha y anhelo por la vida.
Más allá de las clásicas propuestas fílmicas donde el protagonista es un espadachín, un arquero tipo Robin Hood, un rey o un príncipe, en este caso es el pueblo el que toma la voz y nos ofrece su pasiones y deseos, tema recurrente de la filmografía de Pasolini.
Un film muy vitalista de la Trilogía de la vida
Estamos ante la segunda película de la llamada Trilogía de la vida (integrada por El Decamerón, 1971; Los cuentos de Canterbury, 1972; y Las mil y una noches, 1974).
El nombre de esta trilogía no puede ser más revelador: la vida para Pasolini tiene lugar en las relaciones humanas, en los actos de pasión y de fiesta, en los momentos íntimos, de procreación y de gozo sexual.
El jardín de las delicias de Pasolini
La película logra convertirse en una comedia vitalista que por momentos recuerda al cuadro flamenco El jardín de las delicias, donde la lujuria es un ingrediente esencial.
Y es que la película Los cuentos de Canterbury respira sexualidad en cada escena. Todos los personajes parecen movidos por la necesidad de satisfacer sus deseos más íntimos y sus perversiones. ¿Para qué esconder esa parte tan real de la humanidad? Pasolini no la esconde y la muestra en todo su esplendor, sin caer en lo vulgarmente explícito, pero sin recurrir a metáforas encubridoras.
Pasolini, un director polémico
Que Pasolini tenía una especial capacidad artística es indudable. Es una pena que diera fin a su carrera -y a su vida- con la perturbadora Saló o los 120 días de Sodoma.
Las caras y cruces de los genios muestran en el fondo el componente humano del que están hechos. Y es que precisamente su película Los cuentos de Canterbury destaca por su singular fresco humano del medievo en el sentido más naturalista y vivo del término.
¡A gozar se ha dicho!
